El homenaje tuvo lugar el 23 de Marzo de 2012 en el pabellón Guido Beck del Instituto Balseiro, San Carlos de Bariloche. Durante el acto, estudiantes actuales descubrieron una placa en memoria de los ex alumnos detenidos-desaparecidos o asesinados.

Antonio Manuel Gentile - Promoción 1959
Susana Flora Grynberg - Promoción 1971
Eduardo Alfredo Pasquini - Promoción 1964
Manuel Mario Tarchitzky - Promoción 1972

PRESENTES, AHORA Y SIEMPRE

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domingo, 13 de mayo de 2012

Homenaje, filmación por Leandro Tosi


Homenaje a los egresados del Instituto Balseiro detenidos-desaparecidos o asesinados durante la Dictadura Militar 1976-1983, realizado el 23 de marzo de 2012.

El video producido por Leandro Tosi se puede encontrar en el canal YouTube  de la  Asociación de Ex Alumnos del Instituto Balseiro 

martes, 3 de abril de 2012

Palabras de Alex Fainstein

Aníbal Blanco da inicio a la ceremonia.
En primer término escuchamos las palabras de
Alex Fainstein, Vice Director del IB (Carreras del área Ciencias)
Quiero darles la bienvenida, familiares, amigos, conocidos, miembros de la comunidad académica del CAB-IB, y de la comunidad toda. Nos encontramos hoy en este homenaje para recordar a Antonio Gentile, Susana Grynberg, Eduardo Pasquini y Manuel Tarchitzky, quienes fueron alumnos y egresados del IB y siguen siendo parte de nuestra comunidad.

Como VD del IB, me parece importante resaltar que esto es un acto institucional del IB. No es un encuentro más, es nuestro compromiso con la verdad, y la justicia, con recuperar el pasado para lograr un mejor futuro. Es por otro lado un acto en el mismo lugar en el que en 1959, 1964, 1971, y 1972, Antonio, Eduardo, Susana, y Manolo fueron parte de otro acto académico, la Colación como egresados del IB.

Seguramente este espacio, como para nosotros, significó mucho para ellos. Concreción de un duro trabajo, y nuevos sueños. Sueños y proyectos que algo conocemos, y que se vieron ferozmente truncados. Y con ellos las oportunidades, y potencial de nuestro país. Las semblanzas que van a escuchar hablan de sus historias de vida, pasiones…..pero también de muertes, desapariciones, torturas, de exilio, de enorme dolor. Son las de ellos cuatro. Y de sus familias. Que de algún modo evocan a los 30,000 desaparecidos. Son las de todos nosotros como sociedad herida.

Y aquí me atrevo a citar a la filósofa y politóloga Hannah Arendt quien en relación a los crímenes de lesa humanidad decía: "El delincuente es llevado a la corte penal, no porque ha dañado a determinados personas, tal como en el caso de la justicia civil, sino porque su delito pone en peligro la comunidad como entidad entera,"

Es un poco este el sentido que quiero recuperar, es esta la conexión con los jóvenes del presente que me gustaría enfatizar: el entender que también nosotros como institución y como comunidad hemos sido dañados. Una sociedad que mata, que desaparece a sus miembros, no es una sociedad posible. Creo que entender esto, en el pasado y en el presente, es el único camino para conseguir una sociedad mas justa, mas segura, respetuosa de la diferencia, mas inclusiva, mas humana. Para que crezcamos y nos consolidemos como sociedad. Y para que no ocurra nunca más.

Quisiera terminar agradeciendo a quienes impulsaron y organizaron este homenaje, al Consejo Académico del IB, y a los familiares y amigos, presentes o que a la distancia nos acompañan. Antonio, Eduardo, Susana, y Manolo están aquí, y estarán para siempre luego de este acto. Muchas gracias.

viernes, 30 de marzo de 2012

Agradecimientos


Nuestro reconocimiento y eterno agradecimiento a todos los familiares, amigos y compañeros de Antonio, Susanita, Tarcho y Pasquini, por los invalorables aportes y entrañables recuerdos.

Este homenaje ha sido posible gracias a :

- La Asociación de Ex-alumnos del Instituto Balseiro, por auspiciar este homenaje.

- Los miembros de la comision de Derechos Humanos del Personal de CNEA, por incentivarnos a que fuera posible.

- Gerardo Aldazabal, Armando Aligia, Aníbal Blanco, Diego Harari, Javier Luzuriaga y Damián Zanette, por la ayuda en las distintas instancias de la organización.

- Ezequiel y Leandro Tosi, por la proyección del documemental “Liliana y Eduardo” y la filmación del acto homenaje.

- Emilio Kropff, por su ayuda con el diseño del blog y por las fotos.

- Emanuel Fito Bennati, y en su nombre al Centro de Estudiantes del Instituto Balseiro, por las sinceras palabras pronunciadas al descubrir la placa.

La reconstrucción de la memoria colectiva es esencial para recuperar la historia de una sociedad, y el Instituto Balseiro se debía como comunidad académica este homenaje.


María Teresa Causa y María José Sánchez

Palabras de María Teresa Causa

Los años 70's en el Instituto de Física y en la ciudad

Buenas tardes, 
Como ex alumna del Instituto Balseiro les agradezco haber venido a acompañarnos en este homenaje a nuestros compañeros víctimas del terrorismo de estado
Antonio Gentile, se sabe que desapareció buscando a un familiar pero no se conocen las circunstancias que rodearon a su secuestro.
Susana Grynberg, estando embarazada de 3 meses es secuestrada en la calle, en la ciudad de Buenos Aires
Eduardo Pasquini fue secuestrado en su casa, en Rosario, junto a su esposa

Ninguno de estos 3 compañeros fue visto en ningún Centro Clandestino de Detención.

Por último, Manuel Tarchitzky, secuestrado en la casa de un tío, muere acribillado 45 días después junto a otras 3 personas, entre ellas su amiga y compañera de militancia Zulma Matzkin. Los juicios en curso en Bahía Blanca ya han establecido que Tarcho pasó por el centro de detención conocido como “La Escuelita”.

También quiero honrar aquí a los ex-alumnos del Instituto Balseiro, Elena Sevilla y Máximo Victoria. Por sus ideas, ellos fueron encarcelados por largo tiempo y allí maltratados, humillados, sometidos y por último obligados a abandonar el país, sus vidas y sus familias. Ellos sobrevivieron al terrorismo de estado y han dado y dan su testimonio sobre lo que pasó. Por esta condición ambos, Elena y Máximo, deberían haber presidido esta reunión; es una pena que no estén hoy aquí.

A Antonio Gentile yo no lo conocí, ya había egresado cuando yo llegué. Conocí muy bien a Eduardo y a su esposa Liliana. Cuidé muchas veces a Gabriela-bebé, diría que era su “niñera principal”. Los vi por última vez en Rosario, en 1967. Gabriela nos contará sobre ellos y veremos un documental con testimonios que intentan “derrotar al olvido”.

En esta charla, por mi parte, trataré de trasmitirles mis impresiones de lo que fue el Centro Atómico en los primeros años de la década del 70; trataré de trasmitirles el clima de época. Y ubicaré en ese tiempo y lugar a dos de sus protagonistas: Manuel Tarchitzky (o Manolo o Tarcho) y Susana Grynberg (o Susanita). Ese momento coincide con mi regreso luego de pasar un tiempo trabajando en Francia. Me encontré con un grupo de estudiantes inquietos, contestatarios; todo podía y sobre todo debía ser discutido; no hacía falta ser “políticamente correcto” porque ¿qué era lo correcto?

El Centro Atómico era muchísimo más chico (por ahí puse una foto): las 14 viviendas al entrar, unos 10 pabellones para viviendas, laboratorios, servicios, eso es todo. No estaban los monoblocks, ni el reactor, ni el edificio de la biblioteca, ni el de Materiales, ni la guardería... No había televisión y la telefonía era prácticamente inexistente salvo en el casco urbano; para las comunicaciones usábamos la radio. Había pocos autos en la ruta, el transporte urbano era malísimo... Pasábamos mucho tiempo dentro de este predio. Mucho de nuestro tiempo libre lo usábamos discutiendo sobre la realidad del país, escuchando radio, haciendo circular la información que podíamos conseguir (sorteando la censura del gobierno militar de turno). Nos interesaba Chile y su propuesta innovadora de construcción del socialismo por un gobierno que había emergido de las urnas.

Queríamos saber más, nos juntábamos para leer. Llegamos a tener muy buenos niveles de organización y de entendimiento. Entre los hechos que generamos está la realización de la serie de Seminarios sobre Economía Política. Debo decir que estos primeros años de la década del 70 eran años de efervescencia y transformación que se manifestaba en distintos lugares del país. En el departamento de economía de la Universidad Nacional del Sur en Bahía Blanca, un grupo de investigadores jóvenes dedicados a economía y a otras ramas de las ciencias sociales impulsaban un nuevo plan de estudio que significaba un cambio fundamental en la enseñanza de la economía, nunca visto antes en el país. Estos profesores se empeñaron en enseñar economía destacando la existencia de una diversidad de escuelas o enfoques de los problemas económicos. Zulma Matzkin estudiante destacada de esta universidad y amiga de Tarcho nos propuso la idea de los seminarios y encaramos la tarea sorteando mil dificultades. Fue un éxito, un acontecimiento para la ciudad.
El choque (metodológico) entre Físicos y Economistas fue impresionante. Recuerdo especialmente las interminables y apasionadas discusiones de café entre el economista Alberto Federico y nuestro Jorge Agudín, cada uno con su libreto; las bases de las disciplinas estaban en juego; con el debido respeto, uno se imaginaba el diálogo entre Marx y Einstein o Bohr.
Las charlas nos iluminaban sobre maneras diversas de contar la historia social de nuestro país y nos presentaban, desde diferentes perspectivas, un análisis de las políticas económicas implementadas en distintas épocas; también se discutían diferentes ideas sobre cómo encarar los nuevos desafíos político-económicos del momento.
Lo que se logró fue tan bueno que lo extendimos a un segundo año, agregando a los disertantes académicos, otros con un perfil más político.  En el segundo año llevamos las charlas al pueblo, al recientemente creado Centro Regional de la Universidad del Comahue. Uno de nuestros expositores más famosos, el cura Carlos Mugica, tuvo que repetir su charla al día siguiente en un salón más amplio.

Pensemos que este aporte a la cultura política de la zona fue generado desde aquí, por los atómicos, como muchos nos decían.

Recuerdo otro episodio: luego de la caída de Allende un grupo numeroso de universitarios argentinos de la Universidad de Concepción fue obligado a dejar el país; venían por tierra hacia el sur, en dos micros. Desde la Asociación de Física (en Buenos Aires) usando comunicación por radio, nos piden que los recibamos, los ayudemos en la frontera y los alojemos; ya ellos iban a implementar su traslado posterior. Nos organizamos. Recuerdo que del comité “de crisis” participaron también el administrador de la Fundación Bariloche y Pancho de Haro, del CRUB. Por un lado, médicos y abogados del pueblo fueron movilizados a la frontera para solucionar posibles problemas de salud y dificultades en las aduanas. Por otro lado, a nuestro requerimiento, prácticamente todos los habitantes del predio del Centro Atómico ayudaron albergando (en casas y pabellones) a familias enteras algunas con niños pequeños; guardando las distancias, era como un campo de refugiados... Debíamos estar movilizados para contener a la gente mientras esperábamos con ansiedad la noticia del traslado a Buenos Aires, que no llegaba. Una expresión fantástica de solidaridad.

Hay que decir que el grupo estaba todo el tiempo generando actividades, movilizando y discutiendo. Así es que paulatinamente desde mediados o fines del 71, fue surgiendo el interés por la militancia activa y algunos recalamos en el peronismo de izquierda. Allí estaban ellos, Manolo y Susana. Conocimos la ciudad, conocimos los barrios y sus habitantes. Se establecieron programas avanzados para la alfabetización de adultos; todos leíamos a Franz Fanon. Conocimos del trabajo del recién creado grupo de Agentes Sanitarios, que pasaban casa por casa controlando la salud de la población. Estas y otras acciones eran implementadas dentro del Nuevo Plan de Salud para la provincia de Río Negro que yo resumiría en dos frases: “salud para todos” y “la misma salud para todos”. Aprendimos mucho internándonos en el “territorio”. Conocimos y nos conocieron.

Luego de la muerte de Perón, en 1974, vimos el avance sin límites de la "Triple A". Leíamos en los diarios cómo muchos dirigentes políticos y sindicales eran asesinados. El Centro Atómico parecía preservado de estas contingencias; como lo habían hecho siempre desde su creación, los gendarmes custodiaban el predio pero no ocurría nada anormal. Sin embargo, una noche de verano, nos sorprenden por la ventana abierta los gritos de gendarmes llegando en grupos con ropa de combate, portando cascos. Apuntando con armas largas y golpeando las persianas nos obligan a cerrar ventanas y apagar luces. La iluminación exterior estaba apagada; una estudiante volvía de controlar su experimento en el laboratorio; los gendarmes la increpan y la llevan apuntándole con un arma hasta el pabellón. Al día siguiente todo volvió a la “normalidad” ¿Un ensayo general? Ensayo para qué, para cuándo, nos preguntábamos...

Las cosas empezaban a ser distintas también en nuestro pueblo. Supimos que habían puesto bombas en los domicilios de médicos comprometidos con el Plan de Salud. En la misma ocasión también redujeron a escombros la casa que un legislador peronista estaba terminando de construir. Se dijo que eran “expertos” que llegaron de afuera y que el “sobrante” de explosivos lo detonaron en la estepa cuando se iban...

Durante 1975, el grupo comenzó a dispersarse. A Susanita la vi por última vez en febrero del 76; vino de visita a Bariloche y se acercó a conocer a nuestra hija recién nacida. Estaba como siempre: mirada escrutadora, conservando su personalidad dinámica y discutidora. A Tarcho lo había visto antes, en el 75, vino a ver la casa que estábamos construyendo, trayendo una bolsa de castañas que pretendió asar... pero no tuvo éxito.

Y, de ahí en adelante... ya sabemos, la conformación de bandas de sicópatas para actuar a las órdenes del más imponente aparato cívico-militar que se haya visto y así someter a la población. Esto de provocar miedo y codicia a la vez... despierta en muchas personas, en apariencia “normales”, lo peor, lo más oscuro...

Estas últimas semanas hemos recibido muchísimos mensajes, muchos recuerdan las cosas que les estoy contando, ha sido un trabajo intenso cargado de emoción y responsabilidad. Hemos armado varios paneles incorporando las contribuciones recibidas. Hasta hoy siguen llegando adhesiones y palabras de admiración hacia estos compañeros.

Hace unos años mi hija, en relación con su trabajo de antropóloga, me contaba lo que pensaba de las generaciones; en un momento me dice “porque ustedes los setentistas...” y yo la paré en seco: le digo “yo no soy de los setenta, yo soy de los sesenta... porque mi tiempo no fue el de la derrota fue el de la esperanza”. Después de estas semanas de reencuentro con esos viejos tiempos... creo que debo reconsiderar esa postura.

Muchas gracias por haberme escuchado.

María Teresa Causa
Bariloche, 23 de marzo de 2012




A través de una amiga, que le hizo llegar estas palabras, recibí hoy un mensaje de  Raimundo Guthmann (Raym), quien fue un compañero de militancia en los 70's y un médico comprometido con el plan de salud provincial
" me parece muy bueno, una buena descripción de lo que fué aquella época. Cuando la veas contale y mandale muchos saludos. Hicieron falta 35 años para que semejante discurso pueda ser leído en el Centro Atómico sin despertar una tormenta, la Historia a veces camina despacito"



Eduardo Pasquini, semblanza

Eduardo Alfredo Pasquini


Foto de su credencial de la Casa Argentina en París
Hace dos años, la Casa Argentina en París junto con la Société Francaise de Physique y la AFA hicieron un homenaje a Eduardo Pasquini, que fue huésped de esa casa en el año 1970. En esa ocasión Gabi Pasquini contó una breve historia de la vida de Eduardo, que ahora sus dos hijas, Gabi y Laura, adaptamos para leer aquí, en este lugar tan querido e importante para su vida. 

Eduardo Alfredo Pasquini, papá, nació el 24 de abril de 1941 en la Provincia de Córdoba. Su padre era ferroviario y nuestra abuela Libia (La Noni) era modista. Eran de extracción humilde, una familia católica y fuertemente peronista. Eduardo fue el segundo hijo. Vivió su primer infancia en un pueblito muy chico llamado Ríobamba (una estación de ferrocarril y unas casitas más), para trasladarse luego a una ciudad chica (o pueblo grande), Laboulage, al sur de la provincia. Eduardo competía en natación y era buen alumno. Decidieron mandarlo al Liceo Militar (ironía del destino) en la Ciudad de Córdoba, única manera de que pudiera cursar estudios secundarios de calidad. Una de sus tías, Rosita, tenía ya una posición económica razonable y lo alojó en su casa por unos años. Después de estudiar dos años de Ingeniería pudo dar el examen para ingresar a la carrera de física en el Instituto de Física Bariloche en agosto del año 1961, donde probablemente comenzó a ampliar sus horizontes.

Papá nos contó innumerables anécdotas de esa época, incluyendo cada una de las bromas pesadas con las que recibían cada año a las nuevas camadas.

En Bariloche conoció a mamá, Liliana Graciela Mizraji. Liliana tenía un año menos, estudiaba psicología, era porteña y de familia de clase media absolutamente antiperonista. Liliana había ido a Bariloche de vacaciones con una amiga, allí se enamoraron y se casaron un año después. Nueve meses después nació Gabi. Ellos apenas tenían 22 y 23 años; papá estaba por recibirse y mamá había interrumpido sus estudios para ir a vivir a Bariloche. Vivimos un año más en Bariloche. Imaginamos que habrá sido una época intensa y feliz. Nuestra tía Susu (hermana de mamá y casada también con un físico egresado del Balseiro conocido como “El loco Vazquez”) nos ha hablado siempre con emoción de la época en que vivían en “La Planta”, y reconoce a todos en las fotos borroneadas en blanco y negro, recordando cada uno de los nombres.

Luego nos mudamos a Buenos Aires. Ahí nació Laura, mientras Liliana completaba sus estudios entre embarazo y lactancia papá trabajaba en la CNEA. Luego a papá le ofrecieron un puesto en la Universidad de Rosario, que incluía el proyecto de armar un Departamento de Física. El trabajaba en Física Nuclear, tema de punta de la época, y que para ese entonces (año 67-68) tenía expectativa de contribuir al desarrollo nacional. En Rosario Liliana participó de la creación de la escuela de psicoanálisis en la ciudad. En esa época ambos comenzaron a tener una participación activa en política.

Nos fuimos a Francia en enero de 1971, a acompañar a papá en su estadía doctoral. De los dos años que vivimos en París tenemos muchos recuerdos. Recuerdos inolvidables son los paseos, los viajes que hacíamos alojándonos en albergues (la beca doctoral no daba para hoteles, por supuesto). Nuestro departamento estaba siempre lleno de visitantes argentinos, reuniones hasta tarde en la noche. Supimos después que esa fue una época de gran actividad política; supimos por ejemplo que Liliana colaboró en las investigaciones para el Libro de Emanuel, de Cortazar.

Volvimos a Argentina en abril de 1973, antes de que papá termine su doctorado, quizás porque ellos no soportaban estar afuera en un momento que consideraban trascendental en la historia, poco antes de la asunción de Cámpora

Volvimos a Rosario. Esa es la infancia más nítida para nosotras. Ellos trabajaban mucho. Papá tenía un cargo de profesor en la Universidad, mamá tenía consultorio muchas horas por día. Nuestra casa siempre llena de gente, grandes discusiones que escuchábamos desde la cama mientras nos dormíamos y que duraban hasta altas horas de la noche. Los estudiantes tomaban a nuestros padres (ellos apenas pasaban los treinta años) como referentes ideológicos. No sabemos si ellos tuvieron alguna militancia concreta en alguna agrupación, en todo caso no lo supimos. Nos enteramos que se acercaron en algún momento al PRT, nos lo contó un amigo cercano muchos años después. La nuestra era una vida “normal”: escuela, vacaciones, amigos, tele, plaza. Lo menos “normal” era que teníamos unos padres jóvenes, que nos educaban de manera muy libre y abierta para la época.

Papá volvió a Francia en octubre de 1975. Estuvo 6 meses en Estrasburgo y terminó su doctorado en física. Volvió a fin de marzo, unos días después del golpe de estado. En esos meses previos, con papá ausente, el miedo a las AAA estaba presente. Recordamos quemar libros en el incinerador. En esos meses había asesinatos, allanamientos, estábamos al tanto, pero no teníamos dimensión (y estamos seguras de que nuestros padres tampoco) de la gravedad de sus consecuencias. Se los llevaron de casa el 10 de junio de 1976. Al despertar nos encontramos la casa revuelta y ellos no estaban. Sabíamos lo que había pasado.

Gracias a la iniciativa de un gran amigo de Rosario, Sergio Monserrat, hace dos años se estrenó un documental, donde nosotras, mi tía y muchos amigos pudimos contar esta historia y dejar reflejado lo que ellos eran y representaban.

Gabi y Laura Pasquini

Laura Pasquini                                       Gabriela Pasquini


Manuel Tarchitzky, semblanza


Manuel Mario Tarchitzky



Manuel Mario Tarchitzky Lew, para sus conocidos “Manolo”, nació un 26 de Diciembre de 1949, en la ciudad de Bahía Blanca a las 23.30 hs. Fueron sus padres Abraham Tarchitzky y Rebeca “Berta” Lew, quienes tuvieron tres hijos más: Jorge, Dani y Clarita. Siempre fue una persona muy cariñosa, familiera, afectuosa...,y le encantaban los juegos. Era insoportablemente travieso.

Cursó el secundario en el Colegio Nacional, en Sarmiento 168. Durante los 5 años pasados en el Colegio Nacional acumuló un total de 25 amonestaciones y 4 días de suspensión por algunos problemas de conducta. Con respecto a esto la mayoría coincide en que era “liero” -usando un término de esa época- pero también sumamente inteligente. Se perfilaba ya la mente brillante que lo caracterizó en el Balseiro. Egresó del Colegio Nacional a fines del año 1966, e ingresó al Instituto Balseiro en Bariloche donde se recibió de Licenciado en Física en 1972.
Alto, buen mozo, simpático. Era un muy buen lector, le gustaba tanto leer como disfrutar de la pintura y los deportes. A pesar de que en las fiestas que se organizaban en familia era un gran conversador, se había convertido en una persona solitaria, o por lo menos así lo veían algunos.
Durante su niñez y adolescencia Manolo logró dejar varios recuerdos entre sus afectos más cercanos. Uno de ellos fue sin duda su primo menor, Fabián, quien lo recuerda como un héroe. Iban a pasar la tarde al parque en su Citroën verde loro, imposible de disimular ni de olvidar. Pero seguramente la persona que más lo recuerda es su madre “Berta”, para quien será por siempre ese nene especial, lleno de ideas locas y travesuras disparatadas.

También tuvimos el placer de hablar con un testigo que compartió momentos de la vida de Manolo, el Dr. Raúl Woscoff, amigo de Manuel y su familia, aceptó hablar con nosotros. Dice que recuerda su mirada limpia, y una sonrisa que estallaba en risa con frecuencia cada vez que se encontraban, tal vez al mencionar alguna travesura adolescente. Con los años lo notaba más sensible pero también más solitario. El último recuerdo que tiene de Manolo, es haberlo visto caminando por Av. Alem, completamente solo “como mirando al mundo desde afuera”.

A pesar de que todos lo conocían en cada cosa que hacía, la familia no estaba enterada de su militancia, fue una sorpresa para ellos, es más nadie sabía qué pensamientos políticos defendía. Pero varios testigos confirman que militó entre otros junto a Zulma Matzkin con quien compartía su ideal peronista. Fue secuestrado la noche del 20 de Julio de 1976 mientras dormía en la casa de sus tíos maternos en la ciudad de Bahía Blanca y posteriormente llevado al centro clandestino de detención “La Escuelita” en Villa Floresta.  Luego de permanecer cautivo por unos meses, fue asesinado, junto a otras tres personas, por miembros del Ejército Argentino, entre las últimas horas del 4 de Septiembre y las primeras del 5 de 1976, en una casa abandonada de Catriel 321 de Bahía Blanca, en un supuesto enfrentamiento. Pero otra historia contada por vecinos, dice que el 4 de Septiembre de 1976 se produjo una masacre o fusilamiento en ese domicilio de Catriel 321, se dice que esas cuatro víctimas no se defendieron ante tal ataque.

El 16 de Septiembre de 2008, se descubrió una placa recordatorio en la que figura su nombre junto al de otros veinte ex alumnos del Colegio Nacional que fueron como Manuel, víctimas de la última dictadura militar.

Autoras de la biografía: Deborah, Godoy; Rosario, Sainz. Colegio Nacional Bahía Blanca 
tomado del libro “Entrelazando historias … Construyendo memoria”  


Manolo recién llegado al IB. Foto de Fernando Grinstein